La clave es conjugar tradición y tecnología para mimar las cepas. Se trata de buscar una alianza con el entorno para aprovechar los recursos que brinda, cuidarlo mediante prácticas culturales tradicionales. En Menade sustituyen los tratamientos químicos por otras técnicas naturales, como infusiones de plantas (ortigas, canela…) o suero de leche, que son más respetuosos con el suelo, la vid y las levaduras. Lejos de ser enemigos, los insectos que pueblan el viñedo de Menade son fieles aliados para la prevención de plagas. Primero se atraen con extractos aromáticos para que actúen como depredadores y después descansar en sus ‘hoteles’, unos jardines de polinización repletos de plantas aromáticas donde insectos y reptiles viven en armonía. El ecosistema de las fincas se completa con una serie de arbustos y árboles móviles con el fin de mejorar la biodiversidad que puebla el viñedo. Un jardín poliespecífico con más 40 especies de Castilla y León que está vivo todo el año da la bienvenida a la bodega. Todas esas prácticas repercuten en el resultado final de los vinos, pues además de saber bien, sientan bien. Elaboran vinos libres de alérgenos y de histaminas. Mediante todos estos mecanismos en Menade se ha dado un paso más allá de la etiqueta ecológico. Ya no son verdes, son naturales.
DONDE VIVEN 40 ESPECIES
Del también llamado Jardín de Polinización de Bodegas Menade es un gran jardín poliespecífico con especies autóctonas de Castilla y León que está vivo todo el año, por ello se han empleado especies perennes y caudas con el fin desarrollar un gran circuito floral para todo tipo de insectos, buscando una gran variedad entomológica.
El gran Hotel de Insectos contiene 40 especies representativas de los diferentes estratos del ecosistema. En el plano inferior, a ras de suelo, se han plantado especies de tallo pequeño, aromáticas como lavanda, salvia o distintos tipos de romero.
En el plano medio, se ha apostado por rosas silvestres espliegos rojos, endrinos, saúcos y zarzas silvestres, entre otras.
Las plantas y árboles instalados en Bodegas Menade proceden de cultivos al aire libre con raíces repicadas, esto es, un sistema radicular reforzado. Un estudiado procedimiento de restauración medioambiental en una zona marcada por una progresiva desertización, debido a las características climáticas de la zona y a las prácticas culturales poco respetuosas con el medio.
Aunque el mayor Jardín de Polinización de Menade se encuentra próximo a las instalaciones de la bodega en Rueda, también hay otros pequeños hoteles en las distintas parcelas de la finca.
La creación de estos micro-ecosistemas, suponen un hábitat para insectos y aves depredadores de otros insectos, perjudiciales para los racimos. Es decir, las especies florares se convertirán en ‘escondites’, mejoran la riqueza medioambiental y permiten un equilibrio entre la flora y la fauna.
Un estudiado procedimiento de restauración medioambiental en una zona marcada por una progresiva desertización, debido a las características climáticas y a las prácticas culturales poco respetuosas con el medio.
GRANJA MENADE
Menade está lleno de vida, queremos aportar a nuestro entorno lo que un día el hombre le despojó.
Cada mañana les saluda una pareja de burros de raza zamorana, en peligro de extinción, llamados Zamo y Rana. Dos preciosos borricos de pelo largo, que aportan mucha alegría y les ayudan a mantener aún más vivo el pequeño ecosistema que estamos creando, atraen insectos y podemos aprovechar su abono orgánico.
Las compañeros de estancia de los asnos son gallinas y ocas, parte de la Granja Menade que seguirá en aumento para potenciar un hábitat en el que fauna y flora vivan en armonía. Un ciclo vital.
Clima Continental
La D.O. Rueda se eleva entre 700 y 870 metros sobre el nivel del mar, con tierras llanas pero altas, que soportan inviernos fríos y muy largos, primaveras cortas con heladas tardías y veranos calurosos y secos, sólo alterados por inoportunas tormentas. Este factor obliga a las cepas a buscar sus recursos hídricos en lo más hondo del subsuelo, más que en otras zonas de Europa.
La brotación suele ser tardía, pudiendo llegar las labores de poda hasta el mes de marzo o principios de abril. Las lluvias son escasas alcanzando mínimos de 300 litros y máximos de 500 litros anuales.
En otros tiempos, al final del invierno se hacía una excava alrededor de la cepa para concentrar el agua de la primavera.
A principios del verano, se realizaba un “cobijo” acumulando de nuevo la tierra en torno a la cepa y enterrándola muchas veces hasta la mitad para protegerla de la evaporación estival. Hoy, la mejora del cultivo y la incorporación del goteo, compensa estas labores imposibles de poner en práctica en la actualidad.
Por otro lado, la diferencia de temperaturas entre el día y la noche, es el secreto del equilibrio entre el azúcar que la uva gana con el sol y la acidez que no pierde durante la fresca nocturnidad. La insolación llega a las 2.600 horas anuales que serían excesivas si no fuera por la maduración tardía de la uva.
Por su latitud, la zona de Rueda queda enclavada en el ámbito mediterráneo. Sin embargo, por su altitud, se declara de influencia continental.
Suelo CascajosoLa D. O. Rueda se sitúa en el sector central de la depresión que forma el río Duero, constituyendo una altiplanicie de suaves relieves y vertientes sometidas a los vientos atlánticos. Amplias terrazas aluviales y dilúviales en los márgenes del Duero y de sus afluentes Trabancos, Zapardiel y Adaja.
Tierras pardas, ricas en calcio y magnesio, de fácil laboreo y pedregosas con una buena aireación y drenaje y afloraciones calizas en las cotas más altas de las ondulaciones. Permeables y sanas, su textura varía de arenolimosa a limosa.
El pH. de sus tierras oscila ente el 7 y el 8. Este sustrato geológico ha evolucionado en superficie hacia suelos pardos sobre depósitos alóctonos pedregosos, dando lugar a los típicos terrenos “cascajosos” donde se asientan los mejores viñedos de la D.O. Rueda.
Variedades uvas blancas
La D.O. Rueda es una de las pocas zonas vinícolas europeas especializadas en la elaboración de vino blanco y en la protección y desarrollo de su variedad autóctona, la Verdejo
La fuerte personalidad de la Verdejo (variedad principal), la adhesión de otras variedades, así como un viñedo que ha aprendido a sobrevivir a la dureza de su entorno, casi hostil, para entregar al vino lo mejor de sí mismo, configuran el perfil de los vinos blancos de Rueda.
Las variedades han ido apareciendo a lo largo de la historia de la D.O. Rueda. En los años 30, comienza a plantarse en la zona la variedad Palomino Fino, origen de los vinos generosos de flor, con mayor rendimiento que otras variedades y capaz de dar vinos semejantes a los de Jerez, muy demandados por aquel entonces. Así se convierte en la variedad mayoritaria de la comarca de Medina por aquella época (el C.R.D.O. Rueda no permite nuevas plantaciones de esta variedad). Es una variedad que produce vinos ligeros de baja acidez muy aptos para elaborar vinos con crianza biológica.
La variedad Viura, con su reputación riojana, comenzó a cultivarse en la década de los 50, época donde el modelo clásico del blanco pasaba por la barrica de madera. Esta variedad ponía el toque aristocrático de vino de mesa castellano, ya que eran tiempos en los que las virtudes de la Verdejo estaban aún por descubrir y se cultivaba a la vez, en los extremos de generoso y popular. Se utiliza en los vinos blancos aportando mayor ligereza y un punto de acidez.
La Sauvignon Blanc (variedad principal) hizo acto de presencia en los años 70. Originaria del Loira frandes, añade un componente floral con aromas de pomelo y frutas de la pasión, frente al toque pedernal de la Sauvignon del Loira, diferencias debido principalmente a la mayor cantidad de horas de sol si lo comparamos con el Loira y Burdeos. Sin embargo, tienen en común el periodo vegetativo corto, que en la zona francesa se debe a la latitud septentrional y en la castellana a la altitud. La D.O. Rueda es pionera en la adopción de esta variedad francesa, lo que le aporta un carácter moderno e internacional a esta comarca.
La Viognier, autorizada en 2019, es una variedad que aporta aromas a fruta de hueso y miel con recuerdos amoscatelados.
La Chardonnay, autorizada en 2019, es una variedad de intensidad aromática media-baja que aporta a los vinos notas de frutos maduros y que con el tiempo pueden expresar aromas de mantequilla y nuez.